sábado, 21 de marzo de 2009

DIA DEL ESCRITOR

Muchas veces me han preguntado por qué escribo e igual cantidad de veces contesto en forma diferente.
El hecho de poder desplegar mi mano sobre el blanco papel hace que me invada una sensación de placer enorme.
No puedo escribir desde la tristeza profunda porque a lo largo de estos veintitantos años de garabatear, siento que mi tristeza se convierte en risa de tan patética que me resulta la historia a desentrañar. Casi siempre transformo las tragedias en comedias, una sana receta que hace que pueda reírme de situaciones no tan gratas.
Me gusta escribir desde un lugar que conozco muy en profundidad. Donde me hallo realmente inmersa en saciedad, en felicidad...me gusta escribir desde la nostalgia. Esa sensación agridulce de los momentos que ya han pasado, de los que están sucediendo y de aquellos que vendrán.
Siento nostalgia de mi infancia, de aquella noche de verano contando estrellas e imaginado sueños posibles; siento nostalgia de aquella cena de a dos, de la risa y la emoción, de aquella historia que no pude concluir y de aquel amor que pasó delante mío sin darme cuenta.
Siento nostalgia por un mundo diferente, porque quisiera que fuera mejor y sé que no es posible, porque el mundo es tal y como tiene que ser...
Siento nostalgia cuando veo mi bandera flameando, cuando sé que pasaré una noche de parranda con amigos y escuchando al Nano Serrat.
Me gusta escribir cuando tengo nostalgia de mi lugar en el mundo, donde la tristeza no cabe, donde sólo tiene cabida la serenidad y el darme cuenta de que mi vida, en aquél sureño lugar, tiene un verdadero sentido.
Siento nostalgia cuando recuerdo a mi abuela, aquellas tardes de payanas y ludo, de la playa de Monte, las zapatillas que mi padre me regaló y aquel sol de color ocaso color mar que disfruto ver cada verano.
La nostalgia, ese lugar sólo donde habitan los poetas, los locos lindos, los que creen que aún hay algo maravilloso que nos espera a la vuelta de la esquina.
Un lugar donde las utopías pueden ser posibles, donde nunca falta una buena copa de vino y algún libro de Benedetti para ser disfrutado en un mullido sillón.
Escribir es como darle gracias a la vida. Es poder quitarme de encima tanta emoción, tanto dolor retenido, tanta lucha sostenida, a sabiendas de que no estoy tan sola porque mientras haya alguien en algún lado que me esté leyendo, mi soledad ya no podrá devorarme
FELIZ DIA DEL ESCRITOR
Les mando un beso enorme, desde ese lugar del que les hablé, desde la nostalgia, esa sensación agridulce de los momentos que ya han pasado, de los que están sucediendo y de aquellos que vendrán.

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