sábado, 5 de diciembre de 2009

No quiero

No quiero pasar estas fiestas dudando si ceno en lo de mi hermana o me quedo en mi hogar por esta cuestión de tener que dejar la casa sola y a expensas de amigos de lo ajeno…
No quiero ver más programas de tv. donde la gente se pelea sin sentido sólo para que suba el raiting…
No quiero hacer una donación con mi tarjeta de crédito para alguien que sencillamente nada tiene porque lo ha perdido todo en una inundación o porque ha caído en el olvido de los funcionarios, de la imprevisión, de las promesas eleccionistas…
No quiero ser parte de esa gente que llena un camión con un paquete de pañales y alguna botella de agua mineral y menos aún quiero ver a Patricia Sosa embarrada hasta la rodilla llevando alimentos y esperanza a recónditos lugares.
No quiero pertenecer a una ciudad donde los perros callejeros sean parte del folclore cotidiano…
No quiero pertenecer a una ciudad donde tenga que tolerar subirme a un colectivo, viejo, sucio, fuera de horario y encima sentir que nada puedo hacer a pesar de estar pagando un servicio y no solicitando una contribución…
No quiero ser parte de un país donde mis mandatarios me amenacen desde una tarima que sólo ellos sienten que por estar allí arriba son más altos, poderosos y que pueden hacer de mí lo que gusten y encima que me griten o que me reten como si fueran mis padres, sin recordar que fueron elegidos para que nos ayuden a salir adelante y no para conseguir sus propósitos...
No quiero ser la ciudadana que se ríe de las normas, que cruza mal la calle, que tiene que oír a una señorita con megáfono indicándome cómo debo cruzar la acera…
No quiero sentirme presa de las veredas por donde camino en mi propia ciudad, sortear a los vendedores ambulantes, los cajones con verduras, los carteles indicando ofertas, las sillas y mesas de los bares céntricos…
No quiero que me hablen de Dios, desde un púlpito, alejado de la gente, por encima de ella, con soberbia, con la panza llena, el alma vacía y la Biblia en la mano…
No quiero oír desde un estrado sentencias ambiguas, palabras difíciles, debates sólo para entendidos, injusticias que quedan escritas, que arruinan futuros con tintas imborrables…
No quiero ver niños con pegamento en su boca, con ninguna pipa que no sea la de jugar a la paz, cerca de ningún maldito adulto que lastime su cuerpo, su alma y destruya su dignidad…
No quiero ver niños alejados de sus casas, sin nadie que los reclame, sin que a nadie le importe…
No quiero escuchar más discursos floridos diciendo que ellos, los niños, son nuestro futuro, y entre tantos debates absurdos, ilógicos, y hasta inmorales, ya hemos perdido dos generaciones o más…
No quiero que nadie me diga lo que tengo que pensar, ni qué radio debo escuchar, ni qué ideología tengo que tener…si es que tuviera que tenerla.
No quiero que ningún noticiero me siga mintiendo, me sobredimensione las noticias, me repita cadáveres, me genere angustia en forma reiterada, obsesiva mientras sus conductores parecen disfrutar de presentar tanta obscenidad…
No quiero que me llamen por teléfono a cualquier hora de cualquier día y me obliguen a decidir qué compañía debo usar, qué modelo de celular me debo comprar o qué forma de pago debo utilizar…
No quiero más piquetes, cortes de ruta, clientelismo barato, holgazanes defendiendo derechos adquiridos con rostros tapados y gomas quemadas…
No quiero llevar ningún pan dulce a ninguna iglesia como obsequio hipócrita de Navidad…
No quiero caminar alerta, soslayada, mirando con desprecio a cualquier moto que anda cerca de mí…
No quiero que maten más gente con medicamentos truchos, porque eso es un crimen de lesa humanidad…
Lo que quiero es tan sencillo…
Quiero salir de mi casa, cerrarla con llave sin ninguna alarma, volver de madrugada, sin temor a nada.
Quiero ver programas que me eduquen, me entretengan, me hagan reír, pensar, disfrutar, debatir.
Quiero usar mi tarjeta de crédito sin sentir culpa por los regalos que deseo comprar.
Quiero ver un recital de Patricia Sosa, quiero verla sobre el escenario, cantando, sin barro en sus zapatos y sólo deleitarme con su mágica voz.
Quiero poder llegar a tiempo a mi trabajo, pagar el boleto como corresponde y no andar con un trapito en mis manos para limpiar los asientos.
Quiero andar libremente por las veredas de mi ciudad, sin tener que ayudar a un ciego, ni a una persona en silla de ruedas a sortear obstáculos como si fuera un juego.
Quiero andar en bicicleta sin tener que cuidarme de los perros de la calle.
Quiero caminar distraída, sin temor, “pensando en los pajaritos” y no agarrando mi cartera “por las dudas vio?”.-
Quiero oír a mis mandatarios debatiendo proyectos, sin gritos ni amenazas soslayadas, con la altura necesaria que les sea digno ganarse el sueldo que todos les pagamos.
Quiero que se dejen de aprobar leyes entre gallos y medianoche…
Quiero ir a la Iglesia, poder comulgar sin tener que revelar mis pecados a ningún hombre terrenal que se crea con derecho de poder absolverme rezando dos Padre Nuestro y un Ave María.
Quiero cruzar la calle como corresponde, respetar el semáforo, no adelantarme en una ruta cuando hay doble raya amarilla, pagar los impuestos, no pedir ninguna coima, comprar cd originales y todo esto hacerlo simplemente no porque lo diga la ley, sino porque es lo que corresponde.
Quiero que los chicos anden en la calle porque están creando un nuevo juego con qué poder jugar.
Quiero que sus bocas estén pegoteadas de dulce de leche y de caramelo con sabor a niñez.
Quiero que los adultos no desgarren la vida de ningún otro chico, es tan fácil dejar de dañar…
Quiero ver los noticieros con noticias reales, con dramas ciertos, respetando los dolores y la intimidad de la gente.
Quiero tantas cosas… no se trata de perseguir una utopía.
Aunque si así fuera, ir detrás de ellas me sirve –parafraseando a Galeano- para seguir caminando.
No es una utopía porque yo viví sin la llave puesta en la cerradura, porque anduve en bicicleta sin miedo y con alegría, porque jugué a la escondidas en potreros con mil mariposas, porque tenía clases todos los días de la semana, porque salí a bailar y siempre llegué de vuelta a mi casa, porque no me faltaba el agua, ni la luz, y la Navidad era la reunión familiar.
No es una utopía porque yo lo viví y no fue hace tanto…
No es una utopía porque yo aún puedo soñar y no me equivoco al pensar que todo puede ser diferente si cada uno apenas cumplimos con nuestra parte, la que nos corresponde, la que debemos hacer.
No es una utopía…que nadie trate de hacerme creer que sólo escribo estas líneas porque estoy cansada de no vislumbrar un futuro mejor.
No es una utopía…que nadie intente hacerme sentir que soy mejor que otros, que soy la voz de otros, que soy el mensaje de muchos que no pueden hablar.
No es una utopía…querer vivir mejor. Que nadie se atreva a intentar doblegar mi esperanza, mi fe, mis creencias, porque lo que yo persigo es real, y lo que es mejor aún, es posible…
No es una utopía desear que los chicos tengan sus bocas pegoteadas sólo de dulce de leche y de caramelo con sabor a niñez…
Que nadie se atreva a decirme que vivir mejor es una utopía…
ELGA CARAMELLI, un diciembre muy diferente de 2009.-

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